El Jubileo Católico
Para hacer más evidente aún la actitud de perdón y misericordia de Dios, la Iglesia recogiendo la tradición y el legado de aquellos jubileos judíos, instaura la celebración periódica de años jubilares que sirvan de estímulo a los cristianos para acercarnos aún más al Señor y a los hermanos. El Papa Bonifacio VIII en 1300 ordena la celebración del primer Año Jubilar al que continuarán otros cada 25 años. El último lo celebró toda la Iglesia universal en el año 2000 guiados por el Papa San Juan Pablo II. Estos son los denominados jubileos ordinarios; pero también se pueden celebrar jubileos extraordinarios, como el de la Misericordia que celebramos el año pasado a iniciativa del Papa Francisco. De igual manera, frente a estos jubileos llamados universales porque los celebra la Iglesia en el mundo entero, se pueden celebrar otros jubileos locales diocesanos por diversos motivos, como el que vamos a celebrar en nuestra Diócesis de Sevilla por el VI centenario de la Hermandad de la Virgen de la Esperanza.
Cada año jubilar debe ser, por tanto, recuerdo y actualización de este tiempo de gracia que Dios, como hizo en un tiempo con el pueblo escogido, regala a su Iglesia, Pueblo de Dios, un tiempo de gracia para acercarnos al Señor, para intentar más seriamente la santidad de nuestra vida, consolidar nuestra fe, favorecer las obras de caridad y solidaridad, así como para promover la unidad y la comunión fraterna en el seno de la Iglesia y la sociedad. En definitiva, es una invitación que el Señor nos hace a nuestra Hermandad para que aprovechemos esta gracia que Él nos regala por intercesión de la Virgen de la Esperanza, para volvernos de nuevo hacia Él y llevar a nuestros hermanos con nosotros en ese encuentro, rompiendo las barreras del odio y la separación entre todos los hermanos. En definitiva, el Año Jubilar es un motivo para recordar y promover una profesión de fe más sincera y una vida más coherente.
